miércoles, 28 de febrero de 2007

En busca de la tierra prometida


Sin duda alguna el conflicto palestino-israelí es uno de los más importantes y característicos del siglo XX, entre otras causas, porque ejemplifica muy bien la problemática mundial que, como consecuencia del devenir histórico-global, converge en un solo territorio, llegando a expresarse en maneras inhumanas como la opresión, la violencia y la muerte.

El conflicto en cuestión es uno bastante antiguo. Puede considerársele también como el choque de dos nacionalismos muy desiguales (el sionista, que nació a finales del siglo XIX y el palestino, o nakba, nacido como respuesta a la creación de Israel en 1948). La del sionismo fue una fuerza que coercionó a la comunidad judaica, excluida y despreciada por la sociedad europea, en dos sentidos: desde arriba (clase pudiente muy en contacto con la doctrina imperialista) y desde abajo (las masa oprimidas, víctimas de la intolerancia). Este nacionalismo, apoyado por el ambivalente sionismo cristiano de índole neocolonialista (que bien veía en la creación del Estado judío una manera más de deshacerse de dicha comunidad) fue lo que en última instancia permitió la creación del yishuv, y posteriormente el Estado israelí.

Puede entonces decirse que Israel fue un estado colonizador sin metrópolis, siendo heredero del imperialismo británico, aún cuando terminó relaciones con éste, quien le cedió el poder a los Estado Unidos a través de la ONU. La creación del Estado israelí tuvo consecuencias inmediatas sobre la comunidad palestina, quienes al verse despojados de sus tierras, comenzaron con los movimientos de sublevación. Fue entonces que comenzó la intervención americana, a través del Shoah y el Mossad israelíes, suprimiendo las revueltas populares y en un sentido “más oscuro” comenzar con una limpieza étnica (fuese expulsando a los árabes fuera del territorio o dándoles la una condición de infra-ciudadanos) a lo largo del país. Estados Unidos, claramente, es el verdadero escudo de acción de Israel, puesto que no podrían sustentar los excesivos gastos públicos en defensa al mismo tiempo que buscan acrecentar los asentamientos que reciben a miles de inmigrantes de las desintegradas naciones soviéticas.

El apoyo a la causa israelí no les es negado puesto que EUA es el segundo Estado sionista (dónde la comunidad judía tiene el mayor control empresarial, gubernamental y mediático) y además porque el holocausto judío es utilizado como excusa/cortina para justificar su campo de acción.

Al mismo tiempo el nacionalismo árabe, gestado por Egipto, Siria e Iraq, como respuesta a la situación palestina, ya no podían considerarse como un bastión de defensa (al menos hasta los noventa); arrasados por la movilización estadounidense e israelí en la guerra de los 6 días (con la subsecuente toma del Sinaí, Gaza y Cisjordania) no pudieron más que desbaratar la liga de naciones árabes y no entrometerse más con el tío Sam (más allá del poderío militar, la corrupción resulta el arma de disuasión más poderosa).

Es entonces que vemos a la situación en un punto inerte. Los tratados de Oslo, no significan un avance en términos de justicia, puesto que el viejo control israelí persiste indirectamente sobre palestina (agua, medios, empresas, fronteras). Además, el gobierno que Arafat constituía, debía someterse a las impugnaciones de Occidente. La continua desigualdad no hace más que incrementar los actos de extremos de desesperación: los terroristas. Si se quiere una transformación verdadera como la sucedida en Sudáfrica, es necesario que la debilitada Palestina logre que Occidente simpatice con ella, cosa menos fácil puesto que la dominación que EUA posee sobre la opinión pública es muy sólida, aunque no ifranqueable. Actualmente hay bastantes críticos de las políticas en aquellos lugares, que no tienen miedo a romper los tabúes y expresar la verdad, personas dentro del mismo Israel que cuestionan el sionismo. Si bien esto puede parecer alentador, no debe ser una falsa ilusión; el sistema sociopolítico israelí tiene las mismas controversias que su gran homólogo estadounidense en el que está inspirado (bipartidista, en teoría y en práctica, pero más ortodoxo aún). Desde su punto de vista, las concesiones con Palestina no pueden existir, porque desde un principio no pueden dar su mano a torcer y verse en desventaja y/o en peligro constante. Y Palestina no puede al mismo tiempo resistir los embates de injusticia, porque ya han aguantado muchos y largos años en tan desdichada situación.

En conclusión, la efervescencia de la disputa moral no puede materializar una solución real puesto que la indiferencia “obligada” reina en los países aledaños (que además resultan ser árabes); al ser EUA cliente petrolero preferencial de ellos, Israel puede hacer lo que le plazca sin reclamos. “La sangre es más pesada que el agua, pero el petróleo es mucho más pesado que los otros dos”.
Comentario sobre el artículo de: Anderson, Perry. "Precipitarse hacia Belén". Revista New Left Review. Núm. 10, Julio-Agosto 2001. Pg: 5-30.

1 comentario:

Ruta Magazine dijo...

Quiobo. La neta me pareció muy bueno el ensayo, está muy bien estructurado y a pesar de que no estoy enterado (y desgraciadamente tampoco muy interesado) de los desmadres Israel vs Palestina, no se me hizo una lectura tediosa.

Sólo que no sé quien o escribió jaja, para la próxima pon tu nombre para saber a quién critico^^.

Axel.