martes, 13 de marzo de 2007

La vida es un ladrillo
Axel J. Barradas Berglind

Esta es la historia de un viejo que se proponía a sí mismo la infalible teoría sobre la cuadradez de la vida. Una perfecta explicación del vivir… a su manera.

-“La vida es cuadrada, o más bien rectangular. Ni más, ni menos. Con el tiempo se erosiona y deja rastros de polvo anaranjados que se lleva el viento… éstos son recuerdos que ya nunca podemos volver a integrar a nuestra ladrillesca -por así decirlo- estructura...” - el viejo reflexionaba, golpeándose en la frente periódicamente con la pluma.

-“Los astros nos dan luz, la marea nos da la calma, la luna la poesía, el cielo las estrellas, el sol nos da calor y el mundo… una mujer. Una mujer cuadr-… quiero decir, rectangular. Y de pronto, todo tiene sentido. Pero ese sentido se me olvida, se me escapa. En mis sueños lo alcanzo, pero al despertar se ha ido. Soy muy viejo, los años tienen su precio y bien me lo reclaman en las noches de insomnio...”- puso punto y aparte, tosió y se levantó por una taza de café, para aguantar la pesadumbre de la noche.

En pocos minutos regresó con una taza llena, releyó lo recién escrito y continuó decidido a plasmar nuevas ideas para seguir adelante con su brillante hipótesis.

-“Más es muy poco lo que nos importa. Mi alma sin memoria es el precio que he pagado por muchos otros dones que han pulido las perfectas esquinas que me constriñen a ser lo que soy. A llevarse mis recuerdos. A hacerme olvidar. Al fin y al cabo, el viento es el viento y se lleva lo que se tiene que llevar.”- puso una vez más un punto y aparte y leyó en voz alta cada palabra, dándole una entonación solemne. Daba la impresión de estar leyendo el fragmento más hermoso de la obra más famosa del autor más aclamado y talentoso. Daba la impresión de que incluso Shakespeare resultaría escueto a comparación del autor de dichas palabras tan ‘magníficas’. De aquellas frases tan brillantes...

-“Si hay algo que dirige al viento, ese es su fiel y misterioso compañero encapuchado: El destino. Éste es un aliado neutral del universo mismo. Es una fuerza infalible que le da orden al cosmos en un inexplicable equilibrio sensacional, que incluso algunos días me hace sonreír. Pero en los días en que al destino le da hueva levantarse… esos días son trágicos, y cuentan tanto en mi agenda como cualquier otro día-no-vivido. Son la parte más dura del ladrillo. La mera esquina. ‘Lo que te da en la madre’, como diría uno de mis compadres de mis tantas borracheras.”- al terminar de escribir dicha frase, el viejo parecía alegre con su hipótesis. Sentía estar alcanzando una verdad racional.

-“Sí, es verdad. Lo juro. La vida es un ladrillo. Pongámonos a pensarlo, a reflexionarlo:

Cada ladrillo se une para formar un muro. Luego otro muro se une con ese primero y así sucesivamente se unen otros muros hasta que ineludiblemente se forma un cuarto. Luego se unen estos cuartos y pasillos para formar casas. El color de las casas, sus estructuras, sus formas y fachadas son simplemente un atributo que comúnmente llamamos con el nombre de cultura. Ahora bien, las casas entonces se integran y forman colonias y más tarde las colonias se hacen ciudades, estados, países, continentes, mundos, galaxias, dimensiones, cosmos, universos, eternidades… una infinitud de infinitos.” –culminó dicho párrafo escribiendo la última palabra con una exaltada fuerza y una risa muy marcada.

-“La vida entonces se convierte en una cadena metafóricamente interminable, así como el universo. Así como Dios. Así como el alma. Así como tú y yo. Porque somos ladrillos que forman parte de esa obra perfecta e inmortal.” – elocuencia, lucidez. La retórica brotaba de sus dedos huesudos y fríos. Los sorbos de café lo llenaban de renovada inspiración, las manchas de café sobre las hojas le hacían ver una vez más que estaba en lo correcto. Ya imaginaba su nombre en los libros de filosofía dentro de 20 años. Su nombre escrito junto a Sócrates, Descartes o Copérnico.

-“La vida es asquerosamente simétrica… ¡como un ladrillo! Y una de sus fabulosas características es su capacidad de desvanecerse, de desintegrarse y convertirse en meras partículas cósmicas. Que vuelan y se van. Que se queman y se van al cielo sin saberlo, por toda la eternidad. Y el tiempo agoniza ante ella.”- pero él agonizaba ante el tiempo. Y en ese momento, se perdía en quimeras. Alucinaba ya. Sus párpados se le cerraban, ni la fuerza del café lo mantenía alerta.

-“Ahora bien, este ladrillo llamado ‘YO’ ya se está desgastando. Me duele la espalda y el alma. Tengo ganas de que tiren este muro del que formo parte, así tal vez deje de ser un simple ladrillo y me convierta en algo más… quiero irme lejos, quiero volar, quiero ser polvo. Nada más, ni nada menos que… polvo, sólo polvo distante que se va… que se va… que-…qu-…”- no pudo más. Su cuerpo se desvaneció ante la potencia de otra dimensión, de otro mundo que lo esperaba. De una vida que iba más allá de un ladrillo.

Y así, el viejo cayó en un sueño profundo en una posición casi cómoda. La tinta que conformaba sus palabras se mezclaba y manchaba su cara y sus manos posadas sobre el papel. Ahora sólo el ruido del viento lo arrullaba. Sólo la luz de la luna alumbraba sus pensamientos ya perdidos en un viaje onírico y lejano. Casi envuelto en la eternidad, ya rozando el secreto que tanto anhelaba descubrir… cuando poco antes de alcanzarlo, un tenue sonido lo despierta…y al abrir los ojos lee sobre su mesa en el papel:

“La vida es un ladrillo…”- todo lo demás se encontraba borroso, pues la tinta se había corrido por todo el papel.


-“¡Maldita sea!”- vociferó. Parecía que el viejo filósofo necesitaría una mejor teoría, una que perdurara más que lo de una noche de inspiración alimentada con café. Quizás otro día, quizás con más calma, quizás la vida sea más que un ladrillo después de todo…

1 comentario:

Ruta Magazine dijo...

Just another break in the wall

El autor es dueño de su escrito de principio a fin, cuando es un buen escrito el lector se empecina en formar parte de él y muestra su interés halagando u ofreciendo cambios.
La historia
La intromisión en las ideas del viejo es un hecho particular. Sin embargo, es difícil no relacionar sus conclusiones filosóficas con argumentos artísticos contra el comunismo, another break in the wall.
A pesar de esto, las reflexiones del viejo parecen frescas, novedosas. Ha logrado entender el mundo mejor que nadie.
Al final de la historia parece que el escrito ha, o más bien el mismo viejo, derribado una teoría que estaba siendo interesante. En mi caso me quedo en una pendiente y cuando el viejo se despierta no hace más que dejarme al borde un barranco y me ha dejado sobre un quebradizo ladrillo…

Vocabulario
La historia se desenvuelve fluidamente por el uso cuidado de vocabulario distinto entre el narrador y el viejo pensador. Sin embargo, la siguiente línea que cito a continuación provoca un desbalance:
“Shakespeare era poca cosa comparado con el autor de dichas palabras.”
Primero, la comparación con Shakespeare es extrema y me despierta de la ensoñación; segundo, “poca cosa” resulta coloquial y común para el tipo de vocabulario usado anteriormente.
En líneas posteriores el vocabulario cambia de cuidadoso a popular. Este cambio, personalmente, es una distracción irrelevante. Y pienso que esto lo demerita.

samotary