viernes, 2 de marzo de 2007

(Entre paréntesis)
Axel Jacobo Barradas Berglind


Hola, me llamo David. Y yo era un adicto.

Un buen día decidí dejar de vivir mi vida entre paréntesis. Ya no quería ser la explicación absurda y sobrante de un conjunto de palabras huecas que hablaban de cosas abstractas como el universo, o inútiles como la historia. Lo que pasó, pasó. Sólo a los imbéciles les gusta permanecer en el pasado. La historia es para tarados, siempre se lo dije a mi maestra de historia. Ahora comprendo porque siempre me ponía números rojos a manera de calificación. A mí me parecían bonitos, aparentemente a ella también. Y más que bonitos, adecuados para alguien “como yo”, como solía decirme.

Pero yo ya soy un hombre nuevo. Mi historia se terminó, ahora voy a hacer una nueva. Mi adicción me había mantenido encadenado al pasado, a la rutina por toda mi vida. He vivido en una cárcel tan fuerte como una de concreto, pero escondida en la inmensidad de mi mente y mis pensamientos. Mi adicción fue mi propia vacilación de salir adelante. Mis limitaciones y mi falta de juicio. Mi poca entrega, mi cobardía. Imposibilitado de romper mis cadenas, de combatir mis demonios. De vencerme a mí mismo. De salir del paréntesis.

Tengo amigos que viven entre comillas (“”). Eso es más interesante, viven aclarando la vida de otros, dando consejos. Son personas gentiles, que se han llegado a abandonar a ellos mismos para poder aclarar el significado de la vida de otros. También son patéticos. Pero a diferencia de mi viejo yo, ellos sí forman parte del orden natural de la vida. Ellos no son tácitos como yo solía serlo. La naturaleza los necesita, no puede borrarlos del texto divino, del libro del conocimiento eterno… de la vida misma, para que me comprendas. Yo me consideraba una palabra entre paréntesis, la cual podría ser borrada en cualquier momento. De todos modos, no era más que una aclaración oculta para estúpidos que no supieran sobrentender el significado de las palabras anteriores a mí.

¿Ya ves la mierda en la que estaba metido? Seguro que la ves. Tú eres alguien importante en el texto divino. Eres más que una palabra entre comillas. Tú sales del paréntesis, tú has escapado de los dos puntos y del punto y coma.

Y créeme, podría seguirte hablando de formas de vivir, haciendo alusión a signos de puntuación o recursos estilísticos de la lengua. De hecho recuerdo uno todavía. Tenía un compañero en la prepa que definitivamente era una metáfora. Era misterioso, cada persona interpretaba sus gestos de manera distinta, cada quién tenía una concepción diferente de su persona. Él era la ambigüedad de una metáfora cuyo significado connota tanto, cuanto uno quiere que lo haga.

Sandra, era una coma. Todos la usaban, incluso hasta donde no se podía poner. Había otras chicas como Estefanía, que clasifiqué como punto y aparte. Con ella conocerías el fin de una etapa, para entrar a una nueva. Era el tipo de mujer que cambiaba tu perspectiva de la vida. Que te enseñaba a amar y te mostraba el principio de un nuevo párrafo. Pero cuando te dabas cuenta, ya estaba alejadísima de ti y ya habías pasado varias comas, tal vez hasta a algún despistado punto y seguido.

Los puntos y seguidos son después de las comas, los más fáciles de encontrar. Gente que llega a tu vida de un momento a otro, que no cambian nada y que tal como llegan se van y luego vuelven a aparecer y luego se vuelven a ir.

Lo siento, ya debes estar harto de escucharme hablar de tantas locuras. Incluso yo me sorprendo de mi frenética analogía de la vida.

Pero ahora que sabes lo que fui, quisiera hablarte un poco más de lo que soy ahora. Para mi regocijo soy el signo de puntuación más hermoso que se ha inventado. Yo no soy sólo un punto, ni dos puntos. Soy tres puntos suspensivos. Soy el símbolo de continuidad, de cambio, de incertidumbre, de infinitud…

¿Ahora estás interesado en saber lo que tú eres? Está bien, te lo diré. Tú… eres el punto final de mi cuento.

3 comentarios:

Ruta Magazine dijo...

Me parece un producto bastante bueno; lleno de crudas pero interesantes analogías relativas a esa parte del pastel, léase lenguaje, que no todos aprecian: la cereza (o la fresa); ¿qué tal que agregamos a un cantinflas para no omitir el punto y coma...?

...pero para mi gusto hubiese preferido que el final se encontrase precisamente con los puntos suspensivos en los que se ha convertido el protagonista, conformando así una historia redonda, tanto en esencia como en estructura, y no conminando al lector a pensar que por su culpa se acabó el texto... :P (como sea, el estilo agresivo con el que terminas es más bien la esencia misma del texto, así es que toma en cuenta lo de los puntos suspensivos a manera de final para redondear la parte literaria y no porque a mi no me guste el final)
Molcast

Ruta Magazine dijo...

...posdata: olvidé remarcar el hecho de que me parece un producto bastante bastante bueno, repito, muy bueno... reflexionando (o divangando) sobre la función que las personas se auto-crean, subconscientemente, en la sociedad, con un lente de materia crítica universal; es decir, el hecho de que pocos, o casi nadie, utilicen correctamente los signos de puntuación, no significa que no conozcan su empaque y sus instrucciones...

Molcast

Ruta Magazine dijo...

La historia detrás de la historia. El código abierto a una generación.
Si el texto es leído con música electrónica (mental) y se escogen algunas palabras para acentuarlas, tendríamos hip hop.
Decidí vivir mi vida
explicación absurda …. sobrante
cosas abstractas
el universo
la historia
Ahora comprendo
ella también

Presenciamos el despertar y reafirmación del subconsciente de un individuo que (se) presenta a la sociedad y que al final está listo para entablar el diálogo frontal.
“¿Ahora estás interesado en saber lo que tú eres? Está bien, te lo diré. Tú… eres el punto final de mi cuento”
¿Quieres saber que has hecho de mí? Muy bien te lo diré, terminé contigo. Me libre.

samotary